“Patrick Murphy un irlandes asentado en Jerez en el siglo XVIII”
El proyecto Patrick Murphy, impulsado por el enólogo jerezano Santiago Jordi, tiene como objetivo recuperar la esencia de los antiguos vinos de pasto del Marco de Jerez, elaborados tal como se hacía hace más de tres siglos, antes de que se popularizara la fortificación con alcohol. Esta iniciativa toma su nombre e inspiración de Patrick Murphy, un irlandés asentado en Jerez en el siglo XVIII, conocido por su defensa de la crianza del vino en su lugar de origen. La propuesta de Jordi apuesta por volver a las raíces, rescatando métodos tradicionales y cultivando variedades autóctonas, como la Palomino Fino, el Perruno, el Cañocazo , la Doracilla y el Mantúo, que forman parte del legado vitivinícola de la zona.
Cada vino del proyecto tiene su origen en parcelas específicas y se fermenta en botas usadas, sin fortificación y mediante métodos tradicionales, lo que permite expresar con fidelidad tanto el carácter del terruño como el de la añada. La crianza, ya sea biológica u oxidativa, se realiza en botas que previamente contuvieron distintos tipos de jereces, como fino, manzanilla, amontillado o palo cortado. Además, cada bota está dedicada a una persona significativa en la vida de Santiago Jordi, , lo que hace que cada vino sea único.
Patrick Murphy Bota Cayetana ( producción 591 botellas )
Patrick Murphy Bota Columela ( producción 598 botellas )
Patrick Murphy Bota Paz Ivison ( producción 561 botellas )
Patrick Murphy Bota Isabel Mijares ( producción 601 botellas )
Patrick Murphy Bota Haurie ( producción 870 botellas )
Elaborado con uvas Doracilla del Pago Macharnudo, finca Trinidad, situado en Jerez de la Frontera a una altitud de 61 metros, con una crianza biológica en bota de amontillado de 48 meses , con 14,5º de alcohol, añada 2015.
Patrick Murphy Espumoso Carrascal ( producción 444 botellas )
Elaborado con uvas Doracilla del Pago Macharnudo, finca Trinidad, situado en Jerez de la Frontera a una altitud de 61 metros, con una crianza biológica en bota de amontillado de 48 meses , con 14,5º de alcohol, añada 2015.
La cata fue, sin duda, una experiencia extraordinaria. Cada vino tenía su propia personalidad, mostrando de forma única el viñedo del que venía. Gracias a la variedad de pagos, uvas y tipos de crianza, pudimos hacer un auténtico viaje por el Marco de Jerez solo con los sentidos. En cada copa se notaban claramente los matices del terreno, demostrando que cuando se respetan el origen y las formas tradicionales de hacer vino, el resultado es algo muy especial: vinos con carácter, con historia y con alma. Una prueba clara de que lo antiguo no solo sigue vivo, sino que también tiene mucho que decir hoy.
El vino es cultura.
