“Tras las Huellas del Pasado: Viviendo en Santa Petronila hace 300 Años”

“Casa rural de 1864”

Viajamos al pasado y llegamos a Santa Petronila, la bodega de vinos de jerez más pequeña del mundo, nos rodeamos de cepas viejas y aprendemos como se hacia el vino en el campo.

El registro más antiguo existente de Santa Petronila data del año 1722, en el que la propiedad fue adquirida por Nicolas José Alcántara, esta constaba de dos viñas con una extensión de diez y tres aranzadas, más una casa. Nos recibe Brita  Wergeland Hektoen, que junto a su marido Agustín Benjumeda son los actuales propietarios desde 2006. 

Brita nos comenta que la actual casa es de 1864 cuando fue adquirida por Ricardo Carlos Ivisón y su esposa Petronila Pastor Marra, cambiándose el nombre de la viña de Nuestra Señora de la Esperanza, a Santa Petronila. Estamos en una viña de 17 hectáreas con una casa grande acorde al tamaño de la viña.

En el 2007 comienzan la restauración de la casa-viña, haciendo un gran esfuerzo por conservar  su singularidad y la tradición, ya que la casa tiene alma y muchas historias que contar. 

La Casa-Viña alberga la vivienda del propietario; convertida en una casa rural con 8 habitaciones y 7 baños; con todo el sabor del siglo XVIIII, pero con las comodidades del siglo XXI. En la otra parte de la casa-viña; la antigua Gañania y el Lagar, hicieron la Bodega y el Centro de Interpretación de las Viñas de Jerez. La misión de los propietarios era convertir un patrimonio cultural privado en un lugar abierto para el público general, para que todos pudiéramos entrar en contacto con las viñas milenarias de Jerez y conocer mejor la forma de vida y los costumbres del siglo XVIII y XVIIII.

“El secreto está en la masa”

Agustín insiste en la importancia del terruño en la producción del vino, y queda demostrado pues Santa Petronila se encuentra situada en el Pago de Macharnudo Bajo, clasificado como “Jerez Superior” donde se encuentran los uvas de mayor calidad. Desde un inicio han querido diferenciarse, produciendo sus vinos con cepas viejas de mas de 40 años de antigüedad y con los métodos tradiciones y artesanales de hace cientos de años.

El secreto de los vinos de Santa Petronila, como nos dice Agustín “Está en la masa”, en la selección de las uvas procedentes de los cepas viejas que se encuentran en la parte baja de la finca, en la que la cota del terreno sobre el nivel del mar es de + 1 metro; recordemos que esta zona formaba parte del Lago Ligustinus, y que actualmente en esta zona existen corrientes de aguas subterráneas entre el rio Guadalete y Guadalquivir, que explica porque  en la Viña existe un pozo con agua salada.

Tenemos unas cepas viejas con un suelo de albariza superior, en una zona donde se consigue muy pronto la graduación para poder realizar la vendimia; pero en Santa Petronila dejan sobremadurar la uva para alcanzar más de 13,5 grados de alcohol, con ello consiguen que el fortificado posterior de sus vinos generosos se realicen con menos cantidad de alcohol, que queda integrado de forma natural y nos encontremos vinos sin ninguna arista, muy elegantes y redondos.

Los vinos de Santa Petronila son testigos de la importancia de la tierra de albariza; de la selección de uva procedentes de esas cepas viejas de la que se obtienen menor producción (pero mayor calidad) ,  del método tradicional de vendimia, con capachos de 15 kilos, y del prensado manual de la uva,  que se hace de la primera yema, consiguiendo un 50% de mosto de la cantidad de uva prensada, el resto se vuelve a echar al viñedo para abono.

“Cata vertical de vinos”

Pudimos realizar una cata vertical de sus vinos. La iniciamos con un vino de Palomino del año 2021, muy poco filtrado, muy aromático, muy gastronómico, creado para acompañar a las comidas y que invita a saborearlas; es un vino sápido, no afrutado con 13,5 grados, y un año en botella (Marismas de Macharnudo). Seguimos con el Fino en Rama y sin filtrar de Santa Petronila , un vino con mucha estructura, muy largo, muy sápido, muy elegante, sin ninguna arista y envolvente en boca.

Pasamos a la bodega, localizada en el antiguo lagar, donde podemos observar las pocas botas que conforman la bodega. Agustín nos habla que con esa cantidad de botas pueden conocer perfectamente el estado y cómo evoluciona cada una de ellas, nos comenta el trabajo tradicional y manual que se realiza en la bodega y su forma de producción de vinos, como se hacía antiguamente en los lagares que se encontraban en la viña; allí se fermentaba el vino, que luego se transportaba en carros a las ciudades, cómo han elegido el formato de sus botellas, cómo han cuidado el diseño de la etiqueta  para transmitir el esfuerzo, la tradición y la historia que rodea su vino, etiqueta creada por el pintor sevillano Beltrán Román.

Continuamos la cata con el Amontillado en rama y sin filtrar Santa Petronila, con 18 grados; un vino muy redondo , en el que encontramos algunos recuerdos de su crianza biológica, almendra amarga, piel de naranja; este amontillado consiguió la medalla de plata en los premios Verema 2022. Y terminamos con el Oloroso en rama Santa Petronila con 19 grados, un oloroso con un notas de avellana, toffe, y toques de orejones y de regaliz; como el resto de los vinos, muy elegante y redondo, sin ninguna arista.

Nos marchamos muy satisfechos con la posibilidad de volver al siglo XVIII, sentir cómo se vivía entonces, cómo se hacían los vinos, y poder probarlos en su origen, vinos en los que se cuidan lo tradicional, la historia y hasta el último detalle. Visita muy recomendable y para repetir.

El vino es cultura.

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